Desde tiempos inmemoriales, el árbol ha sido un símbolo de vida y eternidad en diversas culturas del mundo. Y es que, en su proceso de crecimiento, el árbol simboliza el ciclo de la vida y la muerte, ya que de su semilla nace una planta que crece y se desarrolla, y finalmente muere para convertirse en materia orgánica que nutre a otros seres vivos y, eventualmente, a nuevas semillas.