Esta semana nos visita un buen amigo escritor y etnógrafo, que comparte con nosotros unas breves anotaciones de su siempre interesante diario de campo (camposanto, en este caso).

Bilbao - New York - Bilbao

"El pequeño cementerio de Käsmu es uno de esos apacibles camposantos a orillas del mar. La iglesia es de madera, pintada de blanco, y las lápidas están rodeadas por una valla del mismo material. El descubrimiento más importante de aquellos días lo realicé en aquel cementerio. Pude apreciar algo que hasta ese momento no había visto nunca.

El hombre nos pidió que nos fijáramos en las inscripciones de las lápidas. En la mayoría aparecían dos nombres, con un solo apellido. En las lápidas estaban escritos los nombres del marido y la mujer.

Hasso Liive (1935 - 1999)

Ilvi Liive (1938 - )

Así lo copié en mi cuaderno.

Lo curioso no era que marido y mujer estuvieran juntos. Lo sorprendente era que cuando se moría uno, inscribían también en la piedra el nombre del otro. Y el que quedaba vivo, en las visitas que hacía periódicamente al cementerio, veía grabado su nombre en la lápida. En vida y escrito. Sabía dónde acabaría sus días, y junto a quién, necesariamente.

Los estonios creen que, si se entierran juntos, en la otra vida también esas personas permanecerán juntas. Así nos lo contó el dueño de la casa de la playa."

Kirmen Uribe

Bilbao - New York - Bilbao

Seix Barral 2009 - págs. 98 y 99 

Una curiosa costumbre estonia

Esta curiosa costumbre me llamó mucho la atención al leerla en la novela del vasco Kirmen Uribe, volviendo de Madrid a Barcelona en tren. Lo primero que hice, una vez en casa, fue comprobar la realidad de dicha costumbre, ya que "Bilbao - New York - Bilbao" es una suerte de diario autobiográfico en el que la ficción y la poesía se entrelazan y tiñen de literatura todo cuanto se describe.

Consultando en internet, después de varios intentos fallidos, finalmente encontré una página fiable sobre cultura de cementerios en Estonia y Finlandia, escrita por Triin Viitamees de la Universidad de Tartu. En ella, podemos leer la siguiente comparación:

"Una diferencia básica entre la tradición finlandesa y estonia son los datos de un pariente cercano vivo (por ejemplo, el cónyuge) en la lápida. En Estonia es posible: la lápida puede llevar el nombre y la fecha de nacimiento del cónyuge sobreviviente, en tal caso la fecha de fallecimiento se cincelará más adelante. En Finlandia, tal igualación con la muerte no es habitual".

Por lo tanto, queda confirmado que hay personas vivas, en Estonia, que tienen su nombre ya esculpido en la fría roca de la que están hechas sus propias lápidas. Tiene que producir una extraña sensación; aunque, si se piensa bien, a todos solo nos falta una última y desconocida fecha para que el cincel esculpa nuestro postrer epitafio.

Una trama de alta velocidad

Lo segundo que me pasó por la cabeza, a casi 300 km/h., es una idea que hace años tuve para el argumento de un cuento.

Más o menos iba así la cosa:

Un personaje se acerca a un cementerio (pongamos el 13/04/1998 y pongamos también al de la Recoleta de Buenos Aires, espléndida necrópolis) a llevar unas flores y rendir homenaje a un ser querido. Despistado, se pierde por los pasillos del intrincado cementerio y, en un lugar apartado, se encuentra con una tumba abierta en cuya lápida están inscritos su nombre y apellidos, su fecha de nacimiento exacta y la fecha del día siguiente, el 14/04/1998.

La trama, a partir de ese momento, se centra en la contradicción que esa persona sufre las próximas 24 horas. Por un lado, intentando convencerse de que es algo irracional, pero, por otro y al mismo tiempo, apremiado por aprovechar hasta el último trago de su supuesto último día.

El problema es que, hasta la fecha, no se me ha ocurrido un final apropiado:

  • ¿Se acaba cumpliendo la profecía y expira en tan terrible fecha?
  • ¿Muere pero acaba siendo todo un fatal error de los encargados de la funeraria?
  • ¿Sobrevive pero no se atreve a acercarse a un cementerio nunca más?

No lo sabemos, nosotros.

 

Lo que sí sabemos es que sin duda será un relato apasionante.

 

Quedamos, pues, a la espera.

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